9 razones por las que es feriado el 01 de noviembre todos los años
Todos los años el 1 de noviembre la Iglesia Católica celebra la Solemnidad de Todos los Santos. Es un día en el que se honra a los santos, conocidos y desconocidos, que han sido ejemplos de santidad.
Son santos aquellas personas que nos han precedido y que han llegado a la meta, el Cielo. Significa gozar de la visión beatífica en la presencia de Dios por toda la eternidad.
En el Concilio Vaticano II se recordó a los cristianos la llamada universal a la santidad que hizo el Señor: todos hemos sido llamados a la santidad, a la identificación con Cristo.
La imitación de Cristo, y por lo tanto el llegar a ser santos, se hace posible por la presencia en nosotros del Espíritu Santo, que es quien nos mueve interiormente a amar a Dios y a amarnos los unos a los otros como Cristo nos ha amado.
El Papa Francisco explica que para ser santos tenemos que cumplir con nuestros deberes: “rezar, ir al trabajo, cuidar a los hijos… Y hacerlo todo con el corazón abierto a Dios. Con esa alegría de que ese trabajo, también en la enfermedad, el sufrimiento, la dificultad, esté abierto a Dios”.
Se nos anima a acudir a los santos este día especialmente para pedirles que intercedan por nosotros ante Dios y podamos así alcanzar la misma santidad, salvando el alma, mereciendo el Cielo. El día siguiente, el 2 de noviembre, se celebra el Día de los Difuntos en el que se reza por las almas de los fallecidos y se visita sus tumbas.
Los orígenes de esta fiesta se remontan al siglo IV cuando ante el gran número de mártires a causa de las persecuciones romanas se hizo prácticamente imposible una celebración particular para cada uno de ellos. En 13 de mayo del año 610 el papa Bonifacio IV consagró el Panteón romano a la Madre de Dios y a todos los santos mártires, por lo que en Roma la celebración pasó a ser ese día. Posteriormente en el siglo VIII con los pontífices Gregorio III y Gregorio IV se estableció el 01 de noviembre como el día de la celebración para la Iglesia universal y así se celebra hasta hoy.
Chile tiene propiamente dos santos, santa Teresa de Los Andes y san Alberto Hurtado. Son los únicos que han llegado hasta el final del camino del proceso de canonización. Tras ellos se encuentran nuestros beatos, que son cuatro: Laura Vicuña, Ceferino Namuncurá, José Agustín Fariña y María Crescencia Pérez. Antes están los venerables, al menos seis en el caso chileno, y los siervos de Dios, que llegan a ser cerca de quince.
Su importancia se debe a que por una parte, esta Solemnidad nos recuerda que la llamada a la santidad es universal, para todas las personas de cualquier condición y en la situación en que se encuentren. Todos pueden con la gracia de Dios llegar a ser santos dando cumplimiento al anhelo más íntimo que anida en el corazón de la persona humana: el deseo de Dios. Por otra parte, la presencia de esta fiesta en el calendario civil puede hacernos considerar cómo la luz de la fe ilumina la ciudad de los hombres y cómo el anhelo de santidad eleva la dedicación de los cristianos a preocuparse por el bien de todos los hombres.