La aprobación del proyecto de ley que crea el nuevo Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación ha sido recibida como una excelente noticia para el país, y en especial, para empresas que tienen la innovación como principal activo.
Hoy, Chile destina a la investigación y desarrollo (I+D) solo un 0,38% del PIB, cifra insuficiente frente a los desafíos que se nos plantean e inferior al promedio global, que según cifras del Banco Mundial alcanzó el 2,2% en 2015.
Los datos muestran que las empresas en Chile representan tan solo el 40% de la inversión en I+D, cifra muy por debajo de países como Israel, Corea y Japón, donde las empresas representan el 80% del total invertido.
En este sentido, el futuro Ministerio debiera incentivar la I+D de las empresas locales y globales. A nivel mundial, está el caso de la matriz de Google, Alphabet, que desarrolla productos y servicios que van desde la elaboración de softwares hasta otras herramientas. Por su parte, Samsung invierte cada año cerca de US$15.000 millones para crear nuevas tecnologías que permitan mejorar la calidad de vida, en 35 centros de I+D repartidos alrededor del mundo.
De esta manera, está claro que el desafío de la nueva cartera estará en articular un bloque sólido de colaboración. Si no avanzamos en esa dirección caeremos en la tentación de descansar en un crecimiento económico pujante y volveremos a un aletargamiento que agigantará las brechas. Hoy, estamos a tiempo aún para hacer esta reflexión.